Basta de mentiras. No pasarán

Nuestro compañero Roberto Montoya nos cedió un artículo magnífico sobre el uso y efectos de las fake news. Menciona como las redes sociales se utilizan para multiplicar una intoxicación masiva que determina resultados electorales, como ha podido ser comprobado. Nos recuerda que “la mentira constituyó desde un principio una de las herramientas imprescindibles de los dirigentes nazis[1]”. Goebbels indicaba sobre cómo manipular a las masas en los siguientes términos:

“La mentira desconcierta a los hombres honestos y amantes de la verdad, de suerte que los incapacita para la resistencia interior”

“Toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida”

“Cuanto más grande sea la masa a convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo mental a realizar”

“La capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión escasa; además, tienen gran facilidad para olvidar”.

Hasta que se han independizado, las principales personas que nutren Vox han estado agazapadas en el PP, además de en otros pequeños grupúsculos. Y han sido las cabezas visibles del PP, mucho antes que de Vox, las que han ensamblado un rosario de mentiras que han acaparado las noticias de los medios de comunicación durante varios lustros; durante varias hornadas de adolescentes y jóvenes que han crecido con ese soniquete de fondo, que emanaba de los próceres de la patria.

Entre los numerosos casos de corrupción y las campañas de comunicación bien aprendidas de Goebbels llegamos, a día de hoy, con un panorama preelectoral en el que la derecha se mueve en el espectro de una pretendida seguridad, del autoritarismo, del desvío de fondos públicos a intereses privados y de la intimidación y represión fascista. Todo ello confundido en la estética femenina del más rancio patriarcado.

No nos cabe duda de que la televisión basura ha colaborado en esta misión, bajo la excusa de una necesaria programación de alta audiencia, previamente cebada con importantes dosis adictivas.

El 15 M reivindicó democracia real ya y apuntó a una obscena falta de ética en la comunicación de la mayoría de las bancadas parlamentarias. Se notaron los efectos de este movimiento social en una clara contención, hasta que la falta de esa fuerza desde la calle y la incertidumbre de los pactos no controlados entre partidos abrió la falla por donde se desbordó la ira de la derecha. Ahí los tenemos, frente a unas nuevas elecciones que, provocadas por ellos, se les pueden ir de las manos. Y ya han asomado los pitones del toro que aparenta manso. No soportan no tenerlo todo bajo control; no les basta con la judicatura.

La gente de este país necesita aprender a entenderse desde una política progresista, que garantice el bienestar de todas las personas, y muestre una dialéctica de respeto. Lo que conlleva procedimientos de visibilización de las mentiras y la regulación normativa que facilite su control.


[1] Vicente Romano, 2007. La intoxicación lingüística, Ed. El perro y la rana.

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