‘Fake news’, intoxicación mediática y propaganda de guerra
La difusión de falsas noticias que han provocado incluso guerras y graves alteraciones en la historia de la humanidad solo han cambiado de plataformas pero se vienen usando desde hace milenios. Sin embargo, la masividad que ha alcanzado en el mundo la utilización de las redes sociales le ha dado una dimensión y una peligrosidad a las fake news hasta ahora inimaginables

Artículo cedido por nuestro amigo Roberto Montoya, periodista, escritor y sobre todo defensor de la información objetiva y veraz. Roberto fue encarcelado y torturado durante la dictadura argentina de Onganía-Levinston, inició su exilio en Paris y posteriormente ha recorrido numerosos países como periodista y corresponsal en Roma, Paris, Londres, trabajó para Radio Nacional de España, BBC, Antena 3 y publicado en periódicos y revistas de España, México, Argentina, Nicaragua, Austria, es autor de varios libros sobre política internacional.
‘Fake news’, noticias falsas, desinformación, manipulación de masas a través de prensa, radio, televisión, medios digitales, redes sociales, algorritmos.
Algunos medios estadounidenses adoptaron el término fake news en 2016 durante el final de la campaña electoral presidencial de EEUU para denunciar la ola de ataques que recibía en las redes sociales la entonces candidata demócrata, Hillary Clinton, en los que se llegó a acusarla de haber creado el Daesh, o de participar en ritos satánicos o en redes de pederastia. El Senado estadounidense sigue investigando cómo la campaña masiva lanzada supuestamente por el entorno de Donald Trump y la trama rusa pudieron alterar los resultados electorales.
Menor eco mediático y político tuvieron meses antes, durante la campaña interna de los demócratas para elegir a su candidato, las denuncias que tanto Wikileaks como el equipo de Bernie Sanders hicieron de las fake news que lanzaba contra ese candidato la propia dirección del Partido Demócrata para minar sus posibilidades de salir electo.
En el caso de Sanders la campaña del establishment demócrata pudo haber influido decisivamente para que fuera derrotado por Clinton en las primarias pero las denuncias han quedado en un cajón. Sin embargo, en el caso de las denuncias hechas por Hillary Clinton por los ataques en su contra siguen estando totalmente presentes en la escena política y judicial de EEUU dos años después.
En las últimas semanas de la campaña presidencial Donald Trump contraatacó, asegurando que en realidad era él la víctima, y a través de sus ya famosos tuits acusó a Facebook de haberse convertido en su principal enemigo al ser una plataforma gigantesca -con casi 2.000 millones de perfiles- que estaba siendo utilizada para difundir fake news en su contra.
Las acusaciones de uno y otro bando contra Facebook obligaron a la multinacional a tener que dar explicaciones, disculparse ante el propio Capitolio, y crear toda una estructura interna para combatir supuestamente las fake news.
Por primera vez parecía tomarse conciencia del poder político de las redes sociales y de su capacidad para ser utilizadas como eficaces plataformas de intoxicación masiva, capaces, entre otros efectos, de alterar resultados electorales.
Estados Unidos cae en su propia trampa
En 2013 el ex analista de la NSA (Agencia Nacional de Seguridad) estadounidense Edward Snowden revelaba con lujo de detalles cómo EEUU, el país que inventó Internet, había tejido a través de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA) y servicios de inteligencia de Reino Unido, Australia, Canadá y Nueva Zelanda la Red de los Cinco Ojos, un programa de espionaje electrónico a millones de personalidades, gobiernos, empresas, instituciones y personas de todo el mundo a través de la interceptación de comunicación electrónica, telefonía móvil y mensajería instantánea.
Para ello se contó con la inestimable colaboración de multinacionales como Google, Amazon, Yahoo, Whatsapp o Twitter, como varias de ellas reconocieron.
Años, décadas, siglos, incluso milenios atrás, no se usaba el término fake news, pero existían. Lo cambiante a través del tiempo son las plataformas que se usan.
Regímenes de distinto signo, dictaduras y democracias, jerarquías religiosas y medios de comunicación, han utilizado la infamia, la distorsión de los hechos, la intoxicación, para crear hostilidad ante otra religión, etnia o país; para manipular poblaciones enteras e incluso para llevar pueblos a la guerra.
En textos de clásicos de la cultura greco-romana como Tácito, Virgilio, de hace 2000 años, e incluso en obras de siglos antes de Cristo, en Sófocles, Tucídides, Jenofonte o Séneca, hay múltiples ejemplos de ello.
El supuesto atentado español contra el ‘Maine’ fue la ‘fake news’ con la que Washington justificó la guerra de Cuba de 1898
La fake news del Maine a fines del siglo XIX fue la que la que le permitió a EEUU anexionarse nada menos que Cuba, Puerto Rico, Filipinas y la isla de Guam, todas ellas hasta entonces colonias españolas.
En Irak, historia de un desastre (Debate, 2005) Ignacio Ramonet recordaba que la United Fruit y otras grandes empresas estadounidenses con inversiones en Cuba y Centroamérica a fines del siglo XIX temían que los rebeldes independentistas cubanos derrotaran al ya debilitado poder colonial español en la isla y se hicieran con el poder, por lo que en coordinación con el Gobierno del demócrata Thomas Woodrow Wilson buscaban una excusa para poder intervenir militarmente y anexionarse la perla del Caribe.
Cuatro presidentes estadounidenses habían intentado infructuosamente comprarle a España la isla por su interés estratégico.
Entonces, como ahora, el poder económico, el político, el mediático y el militar se unieron para conseguir ese objetivo que los unía.
En EEUU dos poderosos periódicos competían por el control de la prensa amarilla, el World, de Joseph Pulitzer y el New York Journal, de William Randolph Hearst, al que encarnaría Orson Welles en 1941 en Ciudadano Kane.
“En enero de 1898”, explicaba en su libro Ramonet, “el dibujante del New York Journal Frederick Remington escribió desde La Habana a su patrón: ‘Aquí no hay guerra, pido ser enviado de regreso’. Hearst le envió un cable con una respuesta que se haría famosa: ‘Quédese. Usted suminístreme los dibujos, que yo le suministraré la guerra’”.
Solo un mes más tarde se produjo una explosión a borde del acorazado estadounidense Maine que se encontraba en la rada de La Habana, enviado por el Gobierno de EEUU en una clara acción provocadora hacia las autoridades coloniales españolas. La explosión provocó la muerte de 256 de los 355 tripulantes. El New York Journal publicó al día siguiente: “El barco de guerra Maine partido por la mitad por un artefacto infernal secreto del enemigo”.
Poco después EEUU declaraba la guerra a España. El New York Journal pasó en pocos días de tirar sus 30.000 ejemplares diarios habituales a tirar un millón de ejemplares.
Poco importó años más tarde que una comisión de investigación del propio Congreso estadounidense concluyera que la explosión había sido accidental, en la santabárbara del Maine.
EEUU había logrado ya dar un salto de gigante en su carrera imperial, provocando a su vez el inicio del ocaso del imperio español.
La prensa escrita siguió siendo la reina de la comunicación y propaganda de guerra durante la I Guerra Mundial y los distintos contendientes censuraron todo aquello que pudiera afectar a “la seguridad nacional” de sus respectivos países.
Noam Chomsky (Cómo nos venden la moto, Ed.Icaria 1996) recordaba cómo el presidente Wilson manipuló a la opinión pública estadounidense para que aceptara la entrada de EEUU en la I Guerra Mundial: “La población era muy pacifista y no veía ninguna razón para involucrarse en una guerra europea; sin embargo, la Administración Wilson había decidido que el país tomaría parte en el conflicto. Había por tanto que hacer algo para inducir en la sociedad la idea de la obligación de participar en la guerra”. “Y se creó una comisión de propaganda gubernamental, conocida con el nombre de Comisión Creel, que, en seis meses, logró convertir una población pacífica en otra histérica y belicista que quería ir a la guerra y destruir todo lo que oliera a alemán , despedazar a todos los alemanes y salvar el mundo”.
La mentira en manos de Goebbels
Tres décadas después, cuando tuvo lugar la II Guerra Mundial, la radio, la televisión, el cine y la fotografía pasaron a convertirse en los medios principales para la batalla mediática, la intoxicación, la guerra psicológica y la propaganda de guerra.
Vicente Romano (La intoxicación lingüística, Ed. El perro y la rana 2007), decía que “la mentira constituyó desde un principio una de las herramientas imprescindibles de los dirigentes nazis” y reprodujo parte de un discurso que pronunció en 1936 el ministro de Educación Popular y Propaganda nazi, Joseph Goebbels, sobre cómo manipular a las masas: “La mentira desconcierta a los hombres honestos y amantes de la verdad, de suerte que los incapacita para la resistencia interior”.
Goebbels teorizaba también que “toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida. Cuanto más grande sea la masa a convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo mental a realizar. La capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión escasa; además, tienen gran facilidad para olvidar”.
Johnson utilizó la ‘fake news’ del ataque a dos destructores de EEUU en el golfo de Tonkin en 1964 para justificar la guerra de Vietnam
Los largos años de Guerra Fría multiplicarían luego los ejemplos de manipulación de masas.
En el mismo libro de Ramonet se cita otro ejemplo de intoxicación mediática con resultado de guerra durante la Guerra Fría: “En 1964 dos destructores declararon haber sido atacados en el golfo de Tonkin por torpedos norvietnamitas. La televisión y la prensa no tardaron en convertirlo en un asunto de interés nacional. Clamaron por la humillación sufrida y exigieron represalias”. Poco después el presidente Lyndon B. Johnson pidió al Congreso autorización para iniciar la guerra de Vietnam.
“Más tarde se supo”, decía Ramonet “por boca de las propias tripulaciones de los dos destructores, que el ataque del golfo de Tonkin era una pura invención”.
Desde entonces hubo innumerables ejemplos de utilización de fake news de graves consecuencias, en las guerras de los Balcanes, en Oriente Medio o contra gobiernos progresistas de América Latina, pero sin duda el ejemplo con más devastadores resultados fue el de las armas de destrucción masiva que según George W.Bush, Tony Blair y José María Aznar tenía Sadam Husein.
Este pasó de ser un aliado clave de EEUU y Occidente al que se dotó de poderosas armas convencionales y químicas para la guerra contra Irán (1980-1988) a ser un “peligro mundial” en 1990-1991, por lo que se desató contra Irak la mayor operación militar multinacional desde la II Guerra Mundial, la Guerra del Golfo.
Cientos de miles de muertos después y tras un embargo de doce años contra Irak, Bush junior decidió terminar la obra de su padre de 1991 y montó una amplísima fake news para justificar una nueva guerra. Se recurrió a informes de Inteligencia, fotografías y vídeos con supuestas pruebas de la existencia de armas de destrucción masiva en Irak y con la ayuda de los principales medios de comunicación y una sofisticada maquinaria de propaganda y publicidad se intoxicó a la opinión pública mundial.
De nada valieron los informes en contra de los expertos en desarme de la ONU ni las objeciones de varios países. La guerra contra el terror lo justificaba todo, y analistas civiles y militares europeos y gran parte de los mayores medios de comunicación del mundo se hicieron eco de esa vasta campaña.
Muy pocos de esos periodistas, analistas y supuestos expertos asumieron posteriormente su corresponsabilidad por justificar esa guerra ante la opinión pública de sus respectivos países, a pesar de que distintas comisiones de investigación demostraron que todo había sido una gran fake news. Bush, Blair, Aznar y sus aliados supieron siempre que no existían esas fantasmagóricas armas de destrucción masiva, pero necesitaban una excusa de envergadura para lanzar esa guerra de rapiña que en quince años ha destruido un país y matado a cientos de miles de personas.
Mientras estos y tantos otros grandes responsables de haber propiciado con sus fake news algunos de los mayores crímenes de guerra y lesa humanidad siguen gozando de impunidad, paradójicamente, algunos de los que revelaron esos crímenes, como Julian Assange, de Wikileaks, o el ex analista de la NSA Edward Snowden, han tenido que refugiarse en terceros países para no ser condenados en EEUU por traición a duras penas de prisión.
Las fake news en las batallas electorales en España
Cuando se produjeron los atentados terroristas del 11M de 2004, en vísperas de las elecciones generales, el Gobierno de José María Aznar se apresuró a atribuir los mismos a ETA aunque desde el primer momento la propia organización lo negó y expertos en el conflicto vasco civiles y también miembros de las fuerzas de seguridad dudaron desde el primer momento en su autoría.
El Gobierno del PP supo pronto por la información del CNI, Guardia Civil y Policía nacional que todas las pistas se dirigían a las células yihadistas durmientes en España.
Sin embargo, reconocerlo suponía para el Gobierno reconocer también que el hecho de que Aznar hubiera sido uno de los protagonistas del ‘Trío de las Azores’ y cómplice de la devastadora guerra que se lanzó contra Irak había puesto a España en la diana de los grupos terroristas yihadistas.
Esto influiría indudablemente en la decisión a la hora de votar de muchos españoles y españolas. El equipo de Aznar necesitaba ganar tiempo y para ello qué mejor que atribuir los atentados a ETA.
Aznar recordaba bien la experiencia de los atentados del 11S en Estados Unidos para la Administración Bush. El índice de popularidad del presidente Estados Unidos era muy bajo hasta el 10 de Septiembre pero un par de días después de los atentados y de anunciar que lanzaría una cruzada del Bien contra el Mal a nivel planetario, ocurrió el milagro, su popularidad se duplicó, el pueblo estadounidense apoyó a su comandante en jefe y le dio un cheque en blanco para que los defendiera y vengara a las víctimas.
El plan de Aznar y su equipo falló, pronto se descubrió la autoría yihadista, la gente entendió que se le había mentido y castigó al Partido Popular días después en las urnas.
Sin embargo no siempre se obtiene un resultado de ese tipo cuando se descubre una fake news.
La irrupción de Podemos en 2014 en el escenario político español y la obtención de cinco eurodiputados en las elecciones al Parlamento Europeo en 2015 provocaron preocupación y una actitud defensiva por parte del sistema bipartito y de todos los poderes fácticos de nuestro país que temieron la ‘intromisión’ de un protagonista inesperado.
Poco después se ponía en marcha una campaña muy orquestada desde las propias cloacas del Estado, desde el Ministerio del Interior del Gobierno de Mariano Rajoy, para generar una intoxicación mediática que enlodara la imagen del nuevo partido. Desde la jerarquía de ese ministerio y en complicidad con altos cargos policiales como los comisarios Villarejo, Pino y otros, alimentaron a sus amigos mediáticos, Eduardo Inda, Manuel Cerdán, Jiménez los Santos y periodistas de distintos medios de la derecha y la jerarquía eclesiástica para que fueran estos los que fueran ‘informando’ sobre Podemos.
El resto lo conocemos. Ok Diario y otros medios difundieron supuestos documentos que probarían el financiamiento de Podemos por Venezuela e Irán, como parte de una conspiración extranjera contra nuestro país. A esa ‘información’ le siguieron muchas más de un tono similar, la operación acoso y derribo a Podemos estaba en marcha, y duró años. Todas esas acusaciones terminaron en causas judiciales y todas ellas fueron sobreseidas y en varias Inda y otros medios tuvieron que pagar indemnizaciones.
Sin embargo, algo de ese poso quedó, no todos los que en su momento fueron bombardeados por ‘informaciones’ contra Podemos en prensa escrita, en tertulias de radio y televisión y en las redes sociales conocieron después de que se trataba de ‘fake news’, de bulos.
Esas infamias consiguen así el efecto deseado, muchos se quedan con la duda, con la sospecha, y eso tiene consecuencias políticas y electorales.
Si bien la rumorología, los bulos, las noticias falsas o fake news existen desde hace milenios y se han utilizado para generar prejuicios y odios hacia una raza, hacia un país, provocando incluso el clima propicio para justificar guerras, la difusión tan masiva que tienen hoy día las redes sociales las ha potenciado enormemente.
Las redes sociales, que permiten la horizontalidad y masividad de la información y por tanto la democratización de la misma, es al mismo tiempo una peligrosísima arma para difundir noticias falsas, para manipular fotos y vídeos falsos. En muchos casos esa utilización nociva de las redes sociales no tiene mayores consecuencias pero en otras sí, y muy graves.
Consecuencias que van desde el uso de fake news en las redes por parte de hackers, estafadores, pederastas, reclutadores de yihadistas, o grupos conspiranoides como Qanon, hasta aquellas planificadas minuciosamente por grupos, partidos e incluso países, potenciadas por bots, que pueden llegar a alterar la intención de voto de muchas personas e incluso predisponerlas a ver justificada la violencia.
La comunidad internacional ha sido sorprendida y desbordada por esta realidad mundial que cambia de forma tan acelerada, reacciona tardíamente, sin alcanzar a prevenir las próximas fases de este peligroso fenómeno del cual buena parte de la población no llega a percibir su dimensión y gravedad.